Madrid, 1808. Gabriel trabaja de correveidile para una famosa actriz, una marquesa intrigante y un impresor. Está muy enamorado de su novia, Inés, una guapa muchacha huérfana que se ha ido a Aranjuez con su tío sacerdote, don Celestino. Allí, Gabriel e Inés serán testigos del histórico motín del 19 de marzo, que culmina con las masas enfurecidas asaltando el palacio de Godoy. Después de ese suceso, don Celestino accede a que Inés retorne a Madrid, para vivir allí con otros parientes, don Mauro y su hermana Restituta, que regentan una tienda de paños en la Puerta del Sol.
Este enredo da un giro tras la tumultuosa entrada en Madrid del nuevo rey Fernando VII, el Deseado. Entonces, esos personajes y algunos más sufrirán en propia carne la brutalidad de las tropas napoleónicas ante las revueltas del 2 de mayo.
Como siempre, resulta deslumbrante la ambientación de Gil Parrondo, que recrea el Madrid de 1808 con el esmero que le ha permitido el generoso presupuesto de la película. Excelentes son el vestuario de Lourdes de Orduña, la densa fotografía del argentino-brasileño Félix Monti y la sobria banda sonora de Pablo Cervantes, que versiona temas muy populares de compositores clásicos españoles.
Por su parte, José Luis Garci declama con gracia el castizo proemio, mima el caleidoscópico guión -escrito con Horacio Valcárcel al estilo Tiovivo c. 1950– y ofrece una puesta en escena muy trabajada, en la que encuentra la mejor perspectiva de cada situación. Además, la despliega con una melodiosa cadencia, sólo rota en el acelerado desenlace, cuando la acción se impone finalmente sobre el folletín costumbrista.
Ciertamente, pesa que la épica tarde en irrumpir, y que lo haga con escaso vigor y cierta confusión. También parece mejorable la interpretación del protagonista, Quim Gutiérrez, más dubitativa y fluctuante que las de los otros actores. Además, alguno se irritará con el bobo apunte erótico del prólogo y con alguna tontada anticlerical, a costa de la mezquindad de don Celestino y la hipócrita beatería de don Mauro y Restituta. Pero esto último era de esperar sabiendo que Garci ha tenido como principal inspirador a Benito Pérez Galdós y, en concreto, sus episodios nacionales La corte de Carlos IV y El 19 de marzo y el 2 de mayo.
En cualquier caso, son defectos llevaderos, que no ensombrecen demasiado esta película ambiciosa, entrañable y entretenida, que brilla con luz propia en una temporada olvidable del cine español.