Un asesinato en un puesto fronterizo de EE.UU. con México es investigado por un heterodoxo policía llamado Quinlan y un colega mexicano llamado Vargas, que se acaba de casar.
El extraordinario plano-secuencia inicial es una alarde: sigue a la pareja de recién casados (interpretados por unos magníficos Heston y Leigh) que atraviesan a pie la frontera entre sus dos países.
La aparición del propio Welles (en el mejor papel de su carrera), mostrando el efecto que el comisario Hank Quinlan, su inquietante y turbador personaje, tiene en su corte de admiradores y lacayos es una lección de cine que ya no logras olvidar, aunque le pongas encima todas las películas que quieras.
Es muy notable como el estilo de Welles logra convertir una historia (basada en una novela negra de Whit Masterson) que tampoco es que sea nada del otro jueves en una película inolvidable, construida con unos considerables condicionamientos y limitaciones, que, dicho sea de paso, son fáciles de comprender. Heston, tipo listo y buen actor, fue el que impuso a Welles como director.
