El director canadiense François Girard (El violín rojo) lleva al cine sin especial fortuna la muy vendida novela homónima del turinés de 50 años Alessandro Baricco, publicada en 1996. Se trata –como señaló Ángel García Prieto en Aceprensa 89/97– de “una narración corta, tenue, de una gran levedad, escrita con un ritmo ágil y poético, con un lenguaje muy esencial, que cuenta la historia de Hervé Joncour, un joven militar que se dedica a viajar a Japón en busca de larvas de gusanos de seda. Los viajes se suceden y en cada uno de ellos aumenta su atracción por la principal cortesana del señor feudal japonés con el que negocia la venta de larvas”.
Podríamos decir que hay más algodón que seda en la adaptación de Girard, que no acierta con el tono poético de la novela y a diferencia de ésta se vuelve reiterativa y falta de intensidad, con exceso de preciosismo hedonista. Girard se equivoca en el casting y no sabe dirigir a los dos protagonistas, que no logran hacer creíbles sus personajes y se limitan a poner caras lánguidas, se supone que a tono con la intensa sensualidad de la historia.