James Wan (Saw, El silencio desde el mal) adapta una novela de Brian Garfield, muy parecida a aquella en la que se basó El justiciero de la ciudad, la película setentera de Charles Bronson, en plan azote vengador.
Aquí es un ejecutivo el que pierde un hijo a manos de unos pandilleros. Durante el juicio decide vengarse por su cuenta. Si la novela cuestiona los fallos de la justicia, parece que a Wan esto le trae al pairo. Lo que a él le interesa es la casquería y las emociones fuertes. La película tiene poquísimo nivel y transmite una intensa sensación de rutina. Da lástima ver a un actor tan bueno como Bacon bregando con un guión tan malo.