Gal es un ladrón que vive un dulce retiro con su mujer española en una bonita villa de Almería. Tostarse al sol en la piscina es todo lo que tiene que hacer durante la jornada. Pero un enorme pedrusco que casi le arrolla anticipa que se avecinan problemas. Pues enseguida recibe la visita de Don, un antiguo compinche bastante bruto. Y le presiona con violencia para que participe en un nuevo golpe.
Pura anécdota. No digo más, pues otras dos frases bastarían para contar toda la película, toda. Porque el film es de una simplicidad pasmosa, no desarrolla subtrama alguna, ni ahonda en los personajes. Podría ser un cortometraje y no perdería nada. Tiene, eso sí, a Don, una perita en dulce que se presta al lucimiento de cualquier actor con talento. Ben Kingsley se lo apropia en un periquete; resultado: ha conseguido varios premios y una candidatura al Oscar al mejor actor de reparto.
José María Aresté