El guionista iraní de 46 años Hossein Amini se ha convertido en un escritor cinematográfico cotizado después de firmar dos películas recientes, bien recibidas por el público y la crítica: Drive, un duro western moderno, libre versión de Raíces profundas, y Blancanieves y la leyenda del cazador, una lectura ingeniosa del popular cuento, de la que ya se prepara una secuela. Shanghái es anterior a ambas: producida por los hermanos Weinstein, se estrenó en China en 2010.
Antes de que los japoneses entren en guerra con Estados Unidos con el ataque a la base naval de Pearl Harbor (diciembre de 1941), Shanghái es un hervidero de espías e intrigas, en las que desempeña un importante papel la poderosa mafia local. En la película hay sustancia, conflictos, personajes, fuerza e interés. El reparto es excelente y la puesta en escena tiene sabor, con una cuidada fotografía y un vestuario notable.
Llegado este momento, hay que referirse al director, el sueco Mikael Håfström (1408, El rito), que parece no entender bien el material que maneja. El montaje, con una voz en off –parece más un recurso a la desesperada que una opción libre–, es desafortunado, y hay problemas de continuidad, de fluidez en el relato. Falta desarrollo en los personajes protagonistas y sobran subtramas. Con todo, una película apreciable.