Que Martin Scorsese es un amante de la buena música de las bandas no se le escapa a nadie que haya estado atento al acompañamiento musical de sus filmes de ficción. Además, esta afición la ha encauzado rodando documentales como El último vals, sobre el último concierto de The Band, o No Direction Home, dedicado a Bob Dylan, e incluso respaldando una serie para televisión de títulos sobre blues, de los que él dirigió The Blues: Nostalgia del hogar. Ahora le toca posar su cámara sobre los míticos Rolling Stones, con motivo de un concierto que dieron en el Beacon Theater de Nueva York, en otoño de 2006.
El film tiene un prólogo en blanco y negro, que habla de los preparativos de Scorsese para filmar el concierto, donde anticipa esa luz quemadora que surge, resplandeciente, de los focos, en el último tramo; y también presenta a unos espectadores de excepción, la familia del ex presidente Bill Clinton.
Con un buen puñado de cámaras y su buen gusto por el encuadre y el montaje, logra entregar con agilidad lo que dio de sí el vibrante concierto, donde Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts y Ron Wood se muestran rebosantes de energía: quien tuvo, retuvo, a pesar del transcurso del tiempo. En los dúos participa Jack White -un momento muy emotivo- o la exitosa Christina Aguilera. Insertados a lo largo del metraje hay unos pocos clips que no pretenden ser el resumen de la carrera de los Rolling, pero que ayudan a entenderlos algo mejor, y a advertir que ni ellos daban un dólar por la permanencia de su grupo.