En 2003, el director Tom Shadyac (Ace Ventura, Mentiroso compulsivo) y el actor Jim Carrey triunfaron con Como Dios, una comedia de realización algo tosca, pero con un tono divertido y entrañable, y una capriana reivindicación de la oración, la libertad solidaria y el amor generoso. Ahora, Shadyac repite esa fórmula antimaterialista en Sigo como Dios, con resultados algo inferiores, pero también estimables.
Tras ser elegido para el Congreso de Estados Unidos, Evan Baxter abandona su trabajo como presentador de televisión televisivo, deja Buffalo y se instala con su esposa y sus tres hijos en una lujosa urbanización cercana a Washington D.C. Allí, Evan pide a Dios que le ayude a llevar a cabo su compromiso electoral de “Cambiar el mundo”. Y, en respuesta a sus oraciones, Dios le ordena construir una nueva Arca, para cobijar en ella una pareja de todos los animales y salvarlos así de un inminente diluvio. Evan se resiste a ser un nuevo Noé…
Ciertamente, la realización de Shadyac vuelve a ser mediocre, algunos efectos visuales resultan pobretones, y el guión es menos ágil y chispeante que el de Como Dios, y más tosco en su descarada corrección política. Sin embargo, Steve Carell es mucho menos histriónico que Jim Carrey, protagoniza varios gags muy hilarantes y sólo rompe el tono de comedia familiar en un par de bobos chistes groseros. Las apariciones de Morgan Freeman como Dios vuelven a ser deliciosas, y reflejan una inteligente y refrescante visión cristiana de la libertad y la providencia, la familia, el trabajo, la política, la ecología y el compromiso social, delimitada por esa idea divina de que “el mundo cambia con cada acto de caridad”.