Directores: Kelly Asbury y Lorna Cook. Guión: John Fusco. Música: Hans Zimmer. Canciones: Bryan Adams. 85 min. Todos.
Tras la alocada y digital Shrek, en Spirit, DreamWorks retorna a la animación clásica en 2D, aunque con espectaculares aportaciones en 3D. Se trata de una vistosa superproducción épica, con un esmerado estilo realista, similar al de La ruta hacia El Dorado, pero con un tono serio, más cercano al de El príncipe de Egipto.
El guión reúne muchos de los tópicos del western clásico para relatar las aventuras de un caballo salvaje del lejano Oeste, líder de su manada. Un día es capturado por un grupo de soldados del ejército de Estados Unidos, que lo llevan a un fuerte cercano. Allí fracasan todos los intentos por domar al caballo, incluso el de un duro coronel, afamado jinete. Tras sufrir diversos castigos, el caballo escapa con un joven indio, que lo lleva a su poblado. Pero el ansia de libertad de Spirit le conduce a nuevas aventuras en que será testigo de la tragedia de los pueblos indígenas frente al imparable avance de la civilización, representada por el ferrocarril.
Desde luego, se agradece el esfuerzo narrativo que supone que los caballos no hablen. Además, el diseño de personajes es magnífico y la esmerada integración de animación en 2D y 3D permite espectaculares secuencias en formato panorámico, con movimientos de cámara muy bien planificados y nunca vistos hasta ahora. También la vibrante música de Hans Zimmer y las bellas canciones de Bryan Adams ayudan a conformar un producto de alta calidad, aunque las últimas resultan algo anacrónicas.
En cualquier caso, esas cualidades no acaban de compensar plenamente los defectos del guión, bastante previsible y repetitivo, y muy cargado de voz en off. También pesa el superficial ecologismo indigenista que preside toda la historia, a ratos tan ingenuo que resta interés a los conflictos que afronta. Por todo esto, la película, aunque interesará a los buenos aficionados a la animación, probablemente no entusiasme al público infantil y juvenil al que va destinada.
Jerónimo José Martín