No hay saga de ciencia-ficción más veterana y dilatada que Star Trek. Creada en 1966 para la NBC por Gene Roddenberry, constaba hasta ahora de cinco series televisivas de acción real, una serie de animación en 2D y 10 largometrajes para salas de cine. Ahora sus seguidores -los trekkies– tendrán mucho que decir de la undécima película, Star Trek. El futuro comienza, una superproducción dirigida por J.J. Abrams, creador de series tan populares como Perdidos o Alias, y que debutó en el cine con Misión: Imposible III.
La película es una precuela de las producciones anteriores, y se inicia a lo grande con el nacimiento del protagonista, el capitán James Tiberius Kirk, en paralelo a la heroica muerte de su padre, en lucha contra Nero, un renegado capitán romulano. Años después, Nero reaparece durante el viaje inaugural del SS Enterprise, la nueva nave de la Flota Estelar, en la que realizan sus prácticas el rebelde Kirk, su amigo el Dr. McCoy, la experta en lenguas Uhura y el severo Spock, hijo de una humana y un vulcano, que pronto se enfrenta con Kirk.
Tras la impresionante apertura, J.J. Abrams mantiene un ritmo trepidante y un alto nivel dramático, entrelazando las espectaculares secuencias de acción con el despliegue de los conflictos de los personajes, sobre todo de la rivalidad entre Kirk y Spock, encarnados con convicción por Chris Pine y Zachary Quinto.
Por lo demás, los aficionados a la saga disculparán el esquematismo narrativo del filme y su incomprensible jerga pseudoespacial, y disfrutarán con sus homenajes, su equilibrado cóctel de géneros y su amable tono familiar, sólo roto en una breve escena de cama.
