Hace unas semanas, Gianni de Gregorio presentaba una deliciosa comedia a partir de sus vivencias como hijo de una carismática mamma viuda. Ahora es el realizador japonés Hirokazu Koreeda (autor de la valiosa Nadie sabe) el que decide poner la cámara delante de sus recuerdos personales. “En los últimos seis años -afirma Koreeda, de 47 años- he perdido a mi madre y a mi padre. Ahora, en mi papel de hijo mayor desagradecido que siempre usó las obligaciones laborales para excusar sus largas ausencias, me invade el pesar: Si hubiera sido más… ¿Por qué les dije eso?”
Esta reflexión es la que ha dado lugar a Still Walking, una serena contemplación de tono agridulce sobre las intrahistorias que se originan en un solo día, alrededor de la celebración de una comida familiar. Para construir su película, Koreeda cuenta con unas interpretaciones llenas de naturalidad y utiliza un ritmo acompasado, lento pero armonioso, que nunca llega a cansar.
Pero la principal baza es un tono de sutil optimismo y sentido del humor que enganchan al espectador. Como no podía ser de otra forma, Koreeda aborda el choque generacional y lo escenifica a través de diálogos breves y directos, pero más que en este choque el cineasta japonés pone el acento en el “encuentro” generacional. Los personajes discuten pero se perdonan, pelean pero tratan de entenderse, tienen diferencias pero por encima de todo se aprecian: son miembros de una misma familia.
El resultado es una película que enlaza con el cine de Ozu, muy cuidada en lo formal (esas bellísimas imágenes que recorren la preparación material de la comida), pero con un tono amable, divertido incluso, que lo alejan de ser un producto para cinéfilos. Se entiende que, en el pasado festival de San Sebastián, la cinta fuera una de las favoritas de la crítica. Ganó el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos.