En su última película, el prestigioso director japonés de 60 años incurre en un narcisismo verdaderamente cargante: escribe, dirige e interpreta a los dos protagonistas de esta historieta sobre dos actores, uno principiante y el otro consagrado. La autocomplacencia de Kitano se une a la inconsistencia del guión y de los personajes, factores que impiden que la cinta se convierta en algo parecido a una crítica en clave de humor cercano al negro sobre la banalidad del mundo del cine y de la televisión. Kitano está demasiado pendiente de demostrar lo listo, lo ocurrente y lo gracioso que es, y maltrata al espectador con reiteraciones gratuitas y muchos minutos de relleno.
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