En la magnífica presentación de La lengua en pedazos que escribió su autor, Juan Mayorga, para Nueva Revista, se resume bien el espíritu de esta obra dramática que imagina la conversación de Teresa de Jesús con un inquisidor que pretende cerrar el convento de San José, la primera fundación de la santa de Ávila.
“Teresa se nos aparece como personaje a contracorriente, intempestivo en su propio tiempo y en el nuestro. Por eso mismo es Teresa necesaria. Su interés –¿hace falta decirlo?– no depende de la creencia. En todo caso, para dejarse arrastrar hacia Teresa es suficiente leerla”. Lo que hace Mayorga en La lengua en pedazos es lo mismo que hace Paula Ortíz en Teresa, que es su adaptación a la pantalla: leer a santa Teresa. Y dejar que sean sus propias palabras las que lleven adelante un diálogo arduo, retador, pero bellísimo y sorprendente. El gran acierto de la obra de Mayorga, que Ortiz hace suyo en el guion, es confrontar a santa Teresa no con un enemigo malvado –que en cierto modo es lo que hizo Ray Loriga en su fallida Teresa. El cuerpo de Cristo–, sino con ella misma y con su tiempo: con la Historia. De esta manera, además de huir del maniqueísmo de buenos contra malos, el diálogo se enriquece y, con él, la construcción de los dos personajes. La prosa de Teresa inunda a la protagonista, pero también es el inquisidor el que, en ocasiones, habla con palabras de la santa. Y se dibuja con este intenso debate dialéctico una conversación apasionante sobre la fe y las dudas, la ley y la caridad, la oración y la doctrina, sobre el cielo y el infierno. Una vibrante disertación sobre la omnipotencia de Dios y la fragilidad del hombre.
A algunos espectadores el envoltorio visual de la cinta y sus recreaciones oníricas, en ocasiones almibaradas y en otras –como la visión del infierno– muy desagradables, les pueden chirriar o, incluso, “sacarlos” en cierto modo de la película, al apartarse del aquilatado texto que está escuchando. Un texto que requería dos grandes actores para darle cuerpo. Los tiene. La interpretación de Blanca Portillo es absolutamente sobrecogedora y Asier Etxeandia es capaz de darle una réplica sobresaliente.
En definitiva, Paula Ortiz (La Novia, De tu ventana a la mía), a sus 44 años, muestra su solidez en la dirección, se enfrenta a un reto complejo –al dar vida a un personaje enorme y dialogar con una lengua del siglo XVI– y nos deja una de las mejores películas españolas del año.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta