Para tratar de remontar sus carreras, un cuarteto de maduros divos en horas bajas decide apoyar a una joven lesbiana de Indiana que quiere asistir al baile de promoción con su novia, ante la negativa de la asociación de padres del instituto.
Estamos ante una adaptación a la pantalla –iba a decir grande, pero produce Netflix, así que dejémoslo en pantalla– del musical lgtb-friendly que se estrenó en Broadway en 2018 (dos años antes en Georgia). El encargado de dirigir esta versión es Ryan Murphy, director de Glee, un producto audiovisual primo-hermano de este musical.
La película tiene una primera media hora hilarante e inteligentísima, con una crítica afilada al postureo del mundo de la fama… y otra hora y media más, que se hace a veces interminable, de película convencional. Una feel-good movie en toda regla. Convencional en su desarrollo musical porque nada chirría, pero nada sobresale. Hay ritmo y mucho colorido; hay canciones pegadizas y simpáticos guiños a otros musicales, pero no hay ninguna coreografía que se quede grabada en la memoria.
Y convencional también en su desarrollo narrativo y en su discurso. La película es una defensa de la inclusión que admitirá cualquiera, máxime cuando los personajes están descritos con cuatro brochazos arquetípicos –la madre intolerante celosa de la imagen, el gay festivo y con pluma, la chica dulce y fuerte a la vez– y el discurso es tan superficial como maximalista –quiere a los demás, que ya lo dijo Jesús–. Que es verdad que lo dijo, pero en ese querer a los demás digo yo que entran todos, también las madres conservadoras o los abuelos reticentes… y entra tratar de entender otros planteamientos vitales e ideas que no son las nuestras. Sin arrogarse una superioridad moral que no está solo en la defensa de una determinada causa. Todo este debate que parece incoarse en la muy políticamente incorrecta primera parte de la película, se esquiva después, porque estamos hablando de un baile de promoción y todo es festivo, amigable, insustancial y epidérmico.
Discursos aparte, el gran gancho de esta versión es, de nuevo, Meryl Streep, que desarrolla, especialmente en la ya mencionada primera media hora, una vena calculadamente histriónica y definitivamente maravillosa.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta