Este biopic estadounidense narra la historia de Mark Kerr y muestra tanto el icónico ascenso de este pionero en los inicios de la UFC como su drástica caída posterior, todo desde una óptica muy humana y profundamente realista. El filme presenta un guion equilibrado que refleja el contraste entre los momentos de gloria en los 90 –cuando Kerr era una bestia, una auténtica “máquina aplastadora”– y sus situaciones más íntimas y dolorosas: la adicción al dopaje, los subidones y bajones emocionales y una relación con su mujer cercana pero difícil, en la que tantas veces se sintió incomprendido a pesar de su apoyo.
Lo más sobresaliente quizá sea la interpretación de Dwayne Johnson, que sorprende por su vulnerabilidad y veracidad, junto con la dirección artística que recrea con precisión la atmósfera de los Estados Unidos de los 90. Igualmente destacan la estética de los rings y la lucha libre, el diseño de vestuario y la creación de un clima nostálgico reforzado por canciones de la época como My Way y melodías de jazz que acompañan las escenas de combate, subrayando con fuerza los momentos más tensos y viscerales.
Con todo, el filme brilla porque Benny Safdie decide poner el acento no en el esplendor de Kerr como luchador imbatible entre 1997 y 2000, sino en su vulnerabilidad, sus heridas más profundas y su lucha constante por seguir adelante en un mundo en el que la soledad, escondida tras la fama y la presión, acecha incluso cuando sería esperable lo contrario.