Joseph es un trabajador de Liverpool, exconvicto y en tratamiento por alcoholismo. La marcha de su hijo a Australia por el trabajo de su exmujer reaviva sus fantasmas, que le llevan a enfrentarse a su propio pasado, y con ese fin emprende un viaje a Belfast.
Shane Meadows, creador de la serie, regresa con maestría después de sus aclamadas This Is England (en su versión cinematográfica y en tres miniseries monográficas), y Dead Man’s Shoes. Vuelve a retratar con acierto la sociedad inglesa a partir de su propia experiencia. Si This Is England se compone de recuerdos de su juventud, The Virtues afronta, con una valentía y profundidad admirables, los abusos sexuales que él mismo sufrió. Es un director con estilo propio, que desprende cotidianeidad y cercanía, claramente influido por otros dos genios británicos, como son Ken Loach y Mike Leigh. Inevitablemente, el comienzo de la serie recuerda el ambiente social de Yo, Daniel Blake, y las escenas costumbristas y ordinarias enlazan con la aguda y sencilla Another Year.
El realizador inglés aprovecha también el grandísimo trabajo de interpretación de Stephen Graham (Condena, El irlandés). Habitual colaborador de Meadows, secundario de lujo y cada vez más frecuente como protagonista, su personaje es complejo, atormentado y corriente. Uno de esos perfiles dramáticos que generan una conexión sugerente con el espectador.
La serie permite enumerar algunas escenas maestras: la cena inicial, la borrachera o el enamoramiento de Joseph en casa de su hermana. Pero el último capítulo de la serie es un prodigio. Despliega un clímax de casi treinta minutos en el que, simultáneamente, los protagonistas van a emprender su redención o su venganza. Algunos críticos los han considerado –y pienso que no es una gran exageración– como los mejores minutos de la historia reciente de la televisión.
