Escrita y dirigida por el californiano Joe Robert Cole, que viene de triunfar como coguionista de Black Panther, el filme sigue los pasos de Jahkor (Ashton Sanders), un joven listo que desde niño ha visto cómo su padre, JD (Jeffrey Wright), llenaba su vida de violencia y malos hábitos, mientras su madre intentaba que su hijo no siguiera el mismo camino. Pese a esos esfuerzos de ella, el joven termina en la cárcel junto a su padre.
Intenso, violento y sórdido, este thriller existencial resulta demasiado convencional y dilatado en su inmersión en el submundo de las bandas de narcotraficantes afroamericanos. De todas formas, unas notables interpretaciones y una sólida factura hiperrealista –no apta para todos los públicos ni para todos los estómagos– sostienen el interés por la trágica evolución del protagonista y su familia, siempre al borde de la hecatombe, pero siempre también con resquicios por los que logran entrar el arrepentimiento, el perdón, la caridad y el sentido de paternidad. Esta humanísima lucha a muerte –“La esclavitud nos enseñó a sobrevivir, pero no a vivir”, insiste el padre al hijo– decanta en una brillante secuencia final, que saca definitivamente la película de la grisura media.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002