En 1973, el secuestro de un nieto de Paul Getty, el magnate de la Getty Oil, a manos de la mafia calabresa inundó la prensa internacional. Lo raro es que una historia tan jugosa como esta no hubiera sido llevada al cine, y lo sorprendente es que se estrenen casi a la vez Todo el dinero del mundo de Ridley Scott y Trust, una mini serie de Danny Boyle, ambas sobre la trágica vida de una de las familias más ricas del planeta.
La cinta de Scott, de la que hablamos ahora, tiene todas las señas de identidad del cineasta, el pulso narrativo que atrapa desde el arranque hasta el final –aunque con un recorte mejoraría–, el talento visual y esa forma de concebir el cine como espectáculo, al orquestar imagen, sonido, música, planificación escénica y diálogo. Basta ver el magnífico tráiler (en el que, eso sí, nos lo cuentan todo) con el tema de la banda sesentera The Zombies sonando, para entender la maestría de Scott.
Si a esa factura impecable se le suma el dominio en la creación de arquetipos, de los que funcionan sin matices pero con registros inequívocos y bien trazados, es probable que el espectador entre de lleno en la historia.
A los mandos del personaje femenino está Michelle Williams, quien da vida a una heroína fuerte que juega sus cartas sin lágrimas contra el villano, interpretado finalmente por Christopher Plummer, después de que Kevin Spacey saliera del reparto por sus problemas con la justicia.
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