Director y guionista: Mike Leigh. Intérpretes: Timothy Spall, Lesley Manville, Alison Garland, James Corden. 128 min. Adultos.
Este espléndido drama social del británico Mike Leigh (Secretos y mentiras) se ambienta en una barriada londinense de protección oficial. Allí, Phil y Penny malviven con sus dos hijos, a cuál más obeso. Ya maduros, el amor que unió a Phil y Penny se ha apagado, al igual que su ilusión por casarse algún día. Ahora casi no se hablan, y se limitan a realizar sus precarios trabajos: él al volante de un taxi ajeno, y ella como cajera en un supermercado. Los hijos sufren esa frialdad, y se recluyen en sus traumas y en sus también oscuras labores. El panorama desolador de esta buena gente -similar al de sus vecinos- se agrava por un hecho dramático, que les obliga a cambiar.
Como en casi todo el nuevo cine social postmarxista, pesa el tono del guión, desgarrado, a menudo grosero y demasiado pesimista, al menos en la grisura inicial de los personajes y en su escasa trascendencia. Si este enfoque conduce la humanidad de los personajes a su nivel más bajo, quizá sea con el fin de que su progresiva recuperación de la alegría de vivir resulte más rotunda y auténtica. En este sentido, se agradece la cruda honestidad con que Leigh dibuja las trágicas consecuencias de la desunión familiar, el egoísmo individualista, la falta de autoridad paterna, la violencia de género, el desempleo, el alcoholismo, la drogadicción, el hedonismo, el sexo sin compromiso, el aborto… Con la excepción de la religión -que no se afronta ni tangencialmente-, no hay tema importante que Leigh no toque. Y lo hace siempre con una mirada comprensiva hacia las debilidades humanas, pero a la vez profunda y exigente, sin dejarse llevar por correctas opiniones prefabricadas ni por demagogias.
Esta exaltación del amor como donación eleva muchísimo la emotividad del escueto guión, encarnado por los excelentes actores con una enorme capacidad de improvisación. Esta arriesgada opción llena la película de autenticidad. Por lo demás, la cámara de Leigh vuela en las escenas sin hacerse notar, siempre al servicio de los personajes y de la progresión dramática de cada situación. Queda así una nueva obra maestra del cine social y otra lúcida reflexión sobre los dramas que sufren las familias en las sociedades desarrolladas.
Jerónimo José Martín