Jake Hoyt (Ethan Hawke) es un joven policía lleno de nobles ideales, a punto de dejar la sección de tráfico y de ascender a inspector. Va a hacer sus prácticas como patrullero con Alonzo Harris (Denzel Washington), uno de los agentes de más prestigio en el cuerpo de policía de Los Ángeles. Su primer día acompañando a Alonzo es una dura lección sobre la realidad de las calles: drogas, bandas y policías corruptos. La vida impone rápidas y dolorosas decisiones, no siempre conformes a los dictados de la ética.
El último film de Antoine Fuqua (Asesinos de remplazo) aborda uno de los temas que más gustan al género policiaco actual: el enfrentamiento de un policía veterano con un novato, y su aprendizaje, combinado con una deprimente descripción de la situación de las calles de Los Ángeles, válida quizá para cualquier gran ciudad. Training Day tiene más de El principiante, de Clint Eastwood, que de Seven, de David Fincher, aunque al final busque su moralina y la aplique con un mal brochazo. Alonzo Harris es un policía muy heterodoxo, y Jake está deseando aprender. Paulatinamente el personaje de Alonzo va cobrando tintes inquietantes; así, descubrimos que es el paradigma de la corrupción policial y que busca un choque frontal con Jake. En la primera parte de la película el novato descubre cosas que no le gustan, a la vez que aprende de los métodos de Alonzo en la dura lucha por la supervivencia en las calles. En la segunda, se prepara un enfrentamiento mortal entre dos maneras de concebir la justicia y la sociedad.
El paseo de esta pareja de policías por las calles de la ciudad es angustioso, la cinta es pesimista y amarga, el retrato del policía corrupto, fallido. Por más que Denzel Washington trabaje su papel, no cuadra las dos mitades de su personaje. El lado oscuro es demasiado perverso y no encaja bien con ese policía brusco pero eficaz que quiere limpiar las calles. El enfrentamiento final está muy forzado y la solución no convence.