El personaje de transportista Frank Martin fue creado en 2002 por Luc Besson, productor de la cinta y de la mitad del cine que se hace en Francia. Frank, ex soldado de operaciones especiales, se ha convertido en mensajero, dedicado a transportes de alto riesgo, normalmente contra reloj, en un flamante Audi 8. Por supuesto siempre hay algún malvado que quiere transportar algo prohibido y abusar del transportista, y entonces Frank se pone duro. En tercera entrega de Transporter, durante la mayor parte del metraje ni siquiera sabemos qué lleva, y tampoco nos importa, la película es el pretexto para ver una vez más a Jason Statham, actor para quien se creó el personaje: un tío callado, impasible, duro y capaz de salir con bien de las situaciones más complicadas.
La trama tiene que ver con los antiguos países del Este, con el transporte de residuos tóxicos, con el buen ecologismo y la mala globalización. Frank va acompañado de una ucraniana pecosa y mimada llamada Valentina. El veterano François Berléand, vuelve a aparecer en el papel de inspector Tarconi, y proporciona un adecuado contrapunto humorístico a la historia.
Dirige la película Olivier Megaton (así llamado porque nació el día que soltaron la bomba en Hiroshima), que no busca hacerse notar. Carreras, peleas, tiroteos y explosiones bien fotografiadas y empaquetadas.