A pesar de su mala calidad y su fracaso comercial, Tron (1982), del animador Steven Lisberger, pasó a la historia del cine por ser la primera película en emplear masivamente imágenes generadas por ordenador. Casi treinta años después, Disney da continuidad a ese filme en la superproducción en 3D estereoscópico Tron: Legacy, con la que debuta en la gran pantalla el prestigioso realizador publicitario Joseph Kosinski.
Esta vez, el protagonista es Sam Flynn, de 27 años, hijo rebelde de Kevin Flynn, del que ha heredado su imperio informático, ahora dirigido por unos especuladores. Experto en tecnología digital y videojuegos, Sam vive traumado por la misteriosa desaparición de su padre. Hasta que un día, investigando en su vieja oficina, descubre un acceso al universo digital creado por su progenitor, y en el que Kevin sigue viviendo, en compañía de su confidente Quorra y en lucha pacífica contra los nuevos tiranos de su universo cibernético.
Tron: Legacy es más confusa y menos coherente que Tron, y se embelesa en una difusa religiosidad zen, que espesa demasiado la historia. Tampoco los nuevos personajes aportan grandes novedades dramáticas, salvo un mayor énfasis en la herida relación paterno-filial entre Sam y Kevin, que eleva las interpretaciones de Garrett Hedlund y Jeff Bridges. En cualquier caso, la película es más entretenida que su antecesora, goza de unos apabullantes diseños digitales y ofrece varias secuencias de acción muy espectaculares, que gustarán al público juvenil.