Con el Oscar a la mejor película extranjera bajo el brazo llega la sudafricana «Tsotsi», dirigida por Gavin Hood. Ya antes había estado nominada al Globo de Oro, y se había llevado el Premio del Público en festivales tan dispares como Toronto, Edimburgo o Los Angeles. La película se basa en la novela homónima que Athol Fugard escribió en 1960. Originalmente ambientada en los años cincuenta, la película traslada la historia al presente.
En una de las barriadas pobres en las afueras de Johannesburgo, Tsotsi es el mote de un delincuente de 19 años que ha traspasado ya todos los límites de la brutalidad. Huérfano desde muy pequeño, Tsotsi ha vivido una vida de privaciones extremas, tanto físicas como psicológicas. Lidera una banda de asesinos y ladrones. Un día, al robar un coche tras disparar a su dueña, se percata de que en el auto hay una mercancía muy especial, un bebé recién nacido. Ese insólito descubrimiento es el comienzo de un camino que llevará a Tsotsi a un destino que nunca sospechó.
La película es sin duda bastante cruda, directa, afilada, y no escatima recursos para mostrar la deshumanización inicial de Tsotsi. La puesta en escena es tenebrista, con una fotografía crepuscular y mucha música autóctona. Sin embargo, el film muestra un proceso hermoso, el de una persona a quien le suceden cosas que le van cambiando a mejor. Especialmente el encuentro con Miriam, una mujer generosa y acogedora, testimonio de un corazón puro. El film huye de un desenlace hollywoodiense y prefiere mantener a sus personajes en el tono más plausible. En fin, una cinta tan dura como esperanzadora.
Juan Orellana