El marshall Sam Gerard de El fugitivo -que valió un Oscar a Tommy Lee Jones en 1993- retorna en un caso similar. Estamos ante una muy digna continuación, de guión bien trabado y con elaborados vericuetos, donde la acción trepidante no es cortina de humo que oculte deficiencias argumentales.
Quizá la trama corre demasiado pareja a la del primer film; pero este nuevo trabajo de Stuart Baird (Decisión crítica) se desvía de su modelo en la mayor ambigüedad del malvado -un ex agente secreto- y en ceder el protagonismo a Gerard, con su particular lucha entre el espíritu de equipo y su marcada tendencia al individualismo.
José María Aresté