Un fiscal pacta con el abogado de unos asesinos y violadores. El esposo y padre que ha perdido a su mujer e hija, al ver la corrupción del sistema judicial, decide hacer limpieza, aplicándose con un empeño y un sadismo infatigables.
Una historia de venganza. La venganza perfecta. Con mucha violencia, en demasiadas ocasiones innecesariamente repulsiva, tonteando con el gore. La película es absolutamente inverosímil, todo ocurre y se explica posteriormente de una forma tan pueril, que te quedas frío.
Los protagonistas, Gerald Butler y Jamie Foxx, demuestran profesionalidad y sostienen, hasta cierto punto, una historia pobre y esquemática, que salta al vacío cada dos por tres, apelando a la versión más pedestre del deus ex machina cinematográfico, con El silencio de los corderos en el retrovisor y copiando elementos ya vistos en películas tan prescindibles como La extraña que hay en mí. Un exponente de un tipo de cine que convierte la violencia y la crueldad en un trivial entretenimiento donde parece que todo vale.