Un coeur en hiverDirector: Claude Sautet. Intérpretes: Daniel Auteuil, Emmanuelle Béart, André Dussollier.
Por honradez profesional, el director hace saber que un personaje del relato La princesa Mary, de Lermontov, le inspiró -a él y al coguionista Jacques Fieschi- la creación del luthier Stéphane, un prestigioso fabricante y restaurador de violines en cuyo corazón es siempre invierno. Es éste, el protagonista, un tipo actual, cerrado a cualquier sentimiento, en quien su egoísmo es su modo de ser. El espectador de la película -premiada con el León de Plata en el Festival de Venecia de 1992- presencia la heladora historia de un hombre de hoy que, amado, no sabe amar, ni quiere esforzarse en responder al amor que le llama.
Lástima que tan frecuentemente se parta hoy de situaciones previamente rotas: el luthier Maxime, separado de su mujer, ya maduro -como su compañero de trabajo, el solterón Stéphane-, se enamora de la violinista Camille, y deciden vivir juntos. Stéphane mira su propio corazón de invierno y no puede creer que eso sea posible…, y se acerca al hecho en una oscura mezcla de curiosidad, envidia, crueldad… Es Camille la que queda prendida en la luz que ha encendido Stéphane; está dispuesta a quemarse con él para siempre. Pero Stéphane -como si fuera su triunfo- asegura que aquella luz fue un fuego fatuo, pues en su corazón hay sólo invierno.
Daniel Auteuil -de ya sólida trayectoria- ha obtenido importantes premios por su interpretación; pero aunque no le hubiera sido reconocido su trabajo seguiría siendo perfecto. Así como el de Emmanuelle Béart, que además ofrece una espléndida simulación como intérprete al violín de los fragmentos de las Sonatas y del Trío de Maurice Ravel, magistral música, aquí eficacísima como ambientación y como lenguaje paralelo. El director y guionista Claude Sautet (n. 1924), de también muy sólida trayectoria, tampoco ha salido en exceso del ámbito francés. Cabe recordar, por más conocidas, Max y los chatarreros (1971), Mado (1976), Una vida de mujer (1978), en todas ellas con la intervención de la siempre extraordinaria Romy Schneider…, poco después tristemente muerta.
Un tema tan hondo y sutil como el de Un corazón en invierno no podía ser tratado sino por un profesional maduro, por un artista del matiz. Toda su película adquiere el tono del clave bien temperado. Sucesos marginales afluyen sin prisa a enriquecer la línea principal. El ritmo seguro, medido, el andante y las pausas de la acción, sobre un guión muy bien ordenado y compensado, suenan cada vez más, con espiritual estruendo, hasta el redoble conclusivo, que deja un eco casi interminable.
Pedro Antonio Urbina