A este cuento de Navidad le sobra la media hora final para ser una pequeña obra maestra y no le falta casi nada. El realizador francés Arnaud Desplechin parte de una idea muy trillada -la de la familia disfuncional y conflictiva que se reúne en Navidad- para elaborar un interesante retrato sobre las relaciones familiares, a años luz de bobadas americanas como La joya de la familia y cercana a títulos más solventes como La boda de Rachel.
“Así trabajo muchas veces -señala Desplechin-: abordando un género y trabajando dentro de él. Empecé con este cliché, procedente de Estados Unidos, pero con personas y contexto franceses. Las películas de los reencuentros navideños constituyen un género, y yo he intentado mejorar algunas de sus reglas”. La forma de mejorar las reglas no es otra que la forma de enriquecer cualquier género: trabajando el guión que, en este caso, sufrió infinitas reescrituras. Solo un dato: se tardó dos años en escribir los diálogos -que son sensacionales- y sólo seis semanas en rodar la cinta. No contento con tener una sólida historia, Desplechin decide utilizar, como en sus anteriores películas, todos los recursos formales a su alcance para dotar de realismo a la narración, que sin estos recursos quizás pecara de literaria.
Los actores, encabezados por Catherine Deneuve, están absolutamente convincentes, a pesar de que el guión los lleva de la comedia al drama y de la sensatez al histrionismo sin solución de continuidad.
Lástima que, enfrascado en los avatares de una familia que, a pesar de los pesares permanece unida, al realizador francés se le vaya la mano con el metraje y alargue innecesariamente con un final hospitalario y una trama pasional despegada del resto (y que suena a concesión comercial) una historia que le estaba saliendo redonda.