Director: Gillies MacKinnon. Intérpretes: Steve Martin, Alana Austin, Gabriel Byrne.
A pesar de estar escrita, producida y protagonizada por el actor Steve Martin, esta película no es una más de sus bufonadas. Por el contrario, se trata de una inclasificable comedia dramática con numerosos puntos de interés.
Describe las desventuras de Michael (Steve Martin), un carpintero solitario, con un doloroso pasado, que vive alejado del mundo en una cabaña cercana a un pequeño pueblo. Su vida dará un giro de 180 grados cuando decide adoptar a una niña pequeña, hija de una joven drogadicta, madre soltera, que fallece en dramáticas circunstancias. Al cabo de los años, Michael y la chica (Alana Austin) viven muy felices a pesar de sus pocos recursos. Pero, inesperadamente, el padre biológico de la chica, un rico hacendado local de brillante carrera política (Gabriel Byrne), reclamará judicialmente a Michael su custodia.
La película tiene alguna caída de tensión narrativa, pero, en general, la realización del británico Gillies MacKinnon (Playboys) es bastante buena y tiene una atractiva personalidad visual. Hay gags divertidos en la línea habitual de Steve Martin, pero éste no cae en la autocomplacencia salvo en un par de leves diálogos groseros y en algún exceso ternurista. Predomina un tono reposado e introspectivo, de mirada profunda, que se ve enriquecido con unas interpretaciones muy matizadas, sobre todo de Gabriel Byrney la niña Alana Austin. Sus trabajos ponen de manifiesto el esfuerzo que ha hecho Steve Martin por crear un guión sensible e inteligente a la vez, sin estereotipos ni maniqueísmos.
Este esfuerzo se aprecia también en el tratamiento de fondo. Así, tienen un gran interés las diversas reflexiones que hace la película sobre la adopción, la educación de los hijos y el egoísmo de aquellos que, por planteamientos materialistas, no quieren aceptar las responsabilidades y los sacrificios de la paternidad, renunciando también a sus satisfacciones.
Jerónimo José Martín