Tras morir la madre en un incendio en Bombay, los Kadam emigran al completo –Papa con sus cinco hijos– primero a Inglaterra, y luego a un pueblito de la campiña francesa. El plan es poner en marcha un restaurante, para aprovechar el talento culinario de Hassan, el hijo segundo. El emplazamiento escogido solo tiene un inconveniente: se encuentra a diez metros de un prestigioso restaurante, regentado por una viuda estirada, madame Mollary. Se producirá la inevitable rivalidad, también por las distintas costumbres culturales.
Oprah Winfrey y Steven Spielberg producen, como pide la trama, una película “deliciosa”, a partir de la popular novela de Richard C. Morais (ver Aceprensa, 19-12-2012), convertida en libreto por el solvente Steven Knight.
Lasse Hallström (El hipnotista, Un lugar donde refugiarse) logra entregar una película emotiva, que deja, claro está, buen sabor de boca. Habrá quien señale algún momento empalagoso, o que se escamotean los bocados más difíciles de tragar en el mundo real; pero la película es un cuento que anima a la convivencia de razas y credos, a desarrollar los propios talentos, a priorizar a la familia, a saber escoger lo mejor cuando hay que tomar decisiones.
Obligado resulta hablar de los actores, y en primer lugar de la “Reina” Helen Mirren, que con un gesto, un movimiento corporal e incluso de espaldas, transmite un montón de emociones: nadie mejor que ella para evitar el estereotipo. Enfrente tiene a un actor con personaje paralelo, Om Puri, sensacional: así que la evolución en su relación se acepta y conmueve.
El resto de los actores, jóvenes poco conocidos, están muy bien, teniendo especial mérito Manish Dayal, narrador y protagonista, y quien es su interés amoroso y aspirante a chef, Charlotte Le Bon.
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