Por lo que sabemos, el vuelo 93 de la compañía United Airlines fue el único de los cuatro aviones secuestrados el 11-S que no alcanzó su objetivo, sino que se estrelló en una zona deshabitada de Pensilvania, a consecuencia de una rebelión de los pasajeros contra los secuestradores. «United 93» es una minuciosa reconstrucción de aquella terrible mañana. Comienza mostrando a los pasajeros del United 93, preparándose para embarcar, y todas las rutinas al uso. Y, después, recrea la acción, desde primera hora de la mañana hasta la destrucción del avión, alternando imágenes del vuelo con las del Centro Nacional de Control del Tráfico Aéreo, las de otras estaciones de seguimiento de vuelos y las de un centro de mando militar.
Paul Greengrass («Bloody Sunday», «El mito de Bourne») ha realizado un sobresaliente trabajo de documentación con el fin de reflejar la realidad con la mayor fidelidad posible. E incluso diversos figurantes del filme fueron protagonistas del 11-S y se interpretan a sí mismos, como Ben Sliney, director del Tráfico Aéreo Nacional. El público asiste en tiempo real a los sucesos, y comparte emociones y dudas con los protagonistas: civiles, militares y terroristas. No se habla de terrorismo islámico, ni de política. No hay discursos, ni se avanzan audaces hipótesis apoyándose en lo que se supo después. No se desarrolla la historia de ningún personaje ni se recurre a ningún actor carismático que atraiga la atención del público. Todo se desarrolla en un ambiente de naturalidad y sobriedad emotiva, entre gente normal.
«United 93» es una buena película, que logra superar dos grandes escollos: interesar a un público que conoce perfectamente todo lo que ocurrió aquel día, y evitar hacer un filme de superficial propaganda patriótica. Tiene mucho de tragedia griega, pues todo tiende inexorablemente a un final conocido, que no se desea y que ni siquiera el guionista puede modificar.
Fernando Gil-Delgado