Una noche en un bar, un viejo amigo cuenta a un director de cine llamado Ari que tiene una pesadilla recurrente en la que le persiguen 26 perros. Cada noche, el mismo número de animales. Los dos hombres llegan a la conclusión de que tiene que ver con una misión que realizaron para el ejército israelí durante la primera guerra con el Líbano a principios de los años ochenta. Ari se sorprende ante el hecho de que no recuerde nada de ese periodo de su vida. Intrigado, decide ver y hablar con viejos amigos y antiguos compañeros. Sus recuerdos empiezan a aflorar en forma de imágenes surrealistas.
Este documental de animación -así lo denomina el propio director israelí- ha ganado múltiples premios internacionales, entre los que se cuentan casi todos los de la Academia de Cine Israelí, dos BAFTA y el Globo de Oro a la película en lengua no inglesa. En esa misma categoría aspira al Oscar. Se trata de un relato en gran medida autobiográfico sobre la participación del propio director y guionista en los hechos que se cuentan. Las deudas con Apocalypse Now y con la célebre novela de Conrad son evidentes.
Folman, un director ampliamente conocido en Israel por su cine documental y por sus trabajos para la TV, ha logrado una historia impactante, de conseguida atmósfera y tempo muy adecuado. El inteligente recurso al dibujo animado se revela muy eficaz, porque proporciona a la película un aire que nunca habría tenido si se hubiese rodado de manera convencional, con imágenes de archivo insertadas.
El proceso técnico es interesante: la película se rodó primero en vídeo, en un estudio, para montarse a continuación como un largo de 90 minutos. Con base en ese material se confeccionó un storyboard con 2.300 dibujos originales. A continuación, Yoni Goodman animó el storyboard, mezclando flash, 3D y dibujo animado convencional, sin usar el rotoscopio (técnica para crear dibujo animado partiendo de imagen real registrada en vídeo). Una manera de trabajar hábil, y también barata: sólo un millón y medio de dólares.
El resultado es bastante bueno, especialmente por la calidad del color y el acierto en el montaje de sonido y en la música. Aparte de un gratuito pasaje pornográfico que no añade absolutamente nada, hay un empeño estratégico por la sicodelia alucinógena que resulta chocante y un poco sospechoso, especialmente si se considera que el guión es más políticamente correcto de lo que parece. Con todo, flota en la película un planteamiento parecido al de las películas que se preguntan por qué muchos alemanes no nazis pelearon las batallas de la Alemania gobernada por Hitler.