«N o se puede recrear el pasado tal y como fue. (…) Es imposible.» Así de contundente se muestra el cineasta inglés Roland Joffé (Los gritos del silencio, La misión, La ciudad de la alegría), que parecía en franca decadencia, y que aquí recupera el tono. A partir de un personaje real (François Vatel, cocinero y maestro de ceremonias del Príncipe de Condé), recrea una imaginaria historia de amor imposible. Condé recibe en sus dominios la visita del rey Luis XIV, del que espera importantes prebendas políticas. Para lograrlas cuenta con el buen hacer de su fiel Vatel, que debe organizar tres días de banquete y diversión. Lo que no imagina Vatel es que se va a enamorar de una de las mujeres de la camarilla del rey.
Gérard Depardieu da vida a Vatel, un personaje tan centrado en la perfección de su trabajo que puede olvidar su sentido más profundo, y su posible influencia en la política exterior de Francia; un papel que recuerda al del mayordomo despistado que interpretó Anthony Hopkins en Lo que queda del día. A una situación anímica semejante se enfrenta Anne de Montausieur (entonada Uma Thurman), una solitaria mujer que se siente atraída por Vatel, pero que juega de alcoba en alcoba para trepar en posición social; también ella descubrirá que el amor es algo más que dar satisfacción a los demás de modo interesado.
El film de Joffé logra combinar las intrigas de palacio y el drama amoroso, con una deslumbrante puesta en escena, que nos mete de lleno en lo que debieron de ser los fastos de la época del Rey Sol. Las ocupaciones de Vatel dan lugar a escenas muy bien coreografiadas, que se acompañan de la inspirada música de Ennio Morricone. Se entiende la candidatura al Oscar a la mejor dirección artística que logró la película.
José María Aresté