La actual obsesión de Hollywood por las nuevas tecnologías tridimensionales está generando películas como esta producción familiar, destinada específicamente a su proyección en 3D, aunque en la mayoría de los cines se verá en formato convencional. Se trata de una nueva inmersión en el universo de Julio Verne y, en concreto, en una de sus novelas más populares: Viaje al centro de la Tierra.
Ese libro del visionario escritor francés cambia la vida de Sean, un espabilado chaval estadounidense, cuyo padre desapareció misteriosamente hace años durante una expedición científica a Islandia. El volumen que lee Sean, perteneciente a su padre, incluye unas extrañas anotaciones que lanzan al chico y a su despistado tío Trevor -también sismógrafo y fan de Verne- a un viaje relámpago a Islandia. Allí, en un remoto lugar, ellos dos y una guapa guía local quedan atrapados en una profunda sima volcánica, dentro de la cual harán sorprendentes descubrimientos, no todos agradables.
Resulta ágil y entretenida esta ópera prima como director del prestigioso técnico de efectos visuales Eric Brevig, que ha sabido respetar el tono positivo y culto de todas las producciones de Walden Media. Además, el escueto reparto se lo toma en serio, y humaniza así el despliegue de fuegos de artificio que propone la película, algunos imaginativos y brillantes. Sin embargo, al conjunto le falta hondura y progresión narrativa, pues no deja de ser un inmenso videojuego, con constantes cambios de pantalla, y en el que importan más los efectismos para la exhibición en 3D que la evolución dramática y moral de los personajes.