“Estoy traduciendo al español Las aventuras de Sherlock Holmes. A veces me da tristeza leerlo porque me recuerda mucho a ti”. No resulta extraño escuchar estas palabras de un personaje de la serie Víctor Ros al protagonista, un detective de pasado turbio y enfermiza soledad. Javier Olivares (Isabel, Robles, investigador, London Street) es el creador de esta miniserie, adaptación de los libros de Jerónimo Tristante.
Esta producción española cuenta con algunos de los ingredientes fundamentales de ficciones nacionales: un elegante diseño de producción de época (El tiempo entre costuras, Velvet, Gran Hotel), capítulos independientes de casos policiacos que se abren y cierran en cada episodio (Los misterios de Laura, Guante blanco), rostros televisivos conocidos…
Con unos diálogos bien construidos, decimonónicos y teatralizados, pero interpretados con bastante naturalidad, esta ficción es un crucigrama bien trabado. El ritmo de la serie es ágil y a la vez suficientemente dramatizado, con un puñado de personajes que no se limitan a ser simples asesinos despiadados y detectives con bombín. Hay humor imprevisto y giros bien medidos que hacen que la serie resulte atractiva, inteligente y, en algunos momentos, incluso emotiva.
Directores de prestigio
En la planificación se nota que detrás de las cámaras hay directores de prestigio como Carlos Navarro (Los misterios de Laura, Círculo Rojo), Gracia Querejeta [Héctor, Siete mesas (de billar francés)] y Jorge Sánchez-Cabezudo (Crematorio, Gran Hotel). En algún momento chirrían los fondos generados por ordenador, pero en general la serie está visualmente muy lograda con el uso impecable de la fotografía, el vestuario y la dirección artística. También se agradece que las escenas de acción estén bien resueltas, con un uso hábil del montaje, los efectos especiales y la coreografía de los personajes en duelos y persecuciones, algo que se echaba de menos en series españolas tan brillantes como Isabel o El tiempo entre costuras.
El protagonista empieza siendo hierático y distante, pero con el paso de los capítulos, Carles Francino (Águila Roja) consigue humanizar al personaje mostrando su vulnerabilidad. La naturalidad de Megan Montaner (Sin identidad) y la elegancia de Esmeralda Moya enriquecen los aspectos románticos, generalmente bien desarrollados con excepción de algunos tópicos: la prostituta de buen corazón, el burdel como lugar de encuentro habitual, etc. En este sentido, es efectista y desconcertante el zafio comienzo del cuarto capítulo, que rompe con la elegancia y sutileza del resto de la serie. Si no fuese por estas esporádicas limitaciones, Víctor Ros podría ser una producción familiar, ya que no se regodea en la violencia de los asesinatos.
En sus primeros capítulos, Víctor Ros se ha mantenido en casi 3 millones de espectadores y un share del 14% en las noches de los lunes. Aunque no está confirmada, la serie queda abierta para una más que posible segunda temporada.
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