Director: Michael Caton-Jones. Intérpretes: Robert De Niro, Ellen Barkin, Leonardo Di Caprio.
Hace cinco años, el novelista norteamericano Tobias Wolff publicó Vida de este chico (ver servicio 91/91). El autor relataba sus recuerdos de infancia y adolescencia, allá por los años cincuenta, marcados por el divorcio de sus padres, la vida itinerante junto a su madre, y las relaciones con su padrastro. Lo hacía en primera persona, en un tono entrañable, como si de un cruce entre Dickens y Twain se tratara. Aunque no faltaban los momentos duros, el modo de contar, repleto de sentido del humor, limaba esas aristas.
Michael Caton-Jones ( Doc Hollywood, Memphis Belle) y Robert Getchell, el guionista, han vertebrado bien la película. No han inventado nada, aunque hay una crudeza explícita en diálogos soeces o situaciones eróticas que no está presente en el libro de Wolff. Han tenido que elegir unas cuantas de las anécdotas que forman la novela e hilarlas de vez en cuando con la voz en off del protagonista. Pero a pesar de esto último, la película pierde esa mirada en primera persona, la ternura propia de la evocación. Y los hechos se muestran desnudos, el humor que les acompaña es demasiado irónico y el tinte que adquiere la historia es, decididamente, desgarrado y poco atractivo.
La película tiene aciertos parciales. Fija bien su atención en las insensateces que es capaz de cometer un adolescente, sobre todo si sus padres no le prestan toda la atención debida. Están bien tratados los intentos de una madre desorientada por comunicar con su hijo; y la amistad entre éste y Arthur, el chaval afeminado, más auténtica que la que tiene con su pandilla. También se subrayan las luchas del protagonista por ingresar en un instituto.
El esfuerzo de producción ha sido notable, con mención especial a la fotografía de David Watkin. En el capítulo de interpretación destacan Ellen Barkin y Leonardo DiCaprio. En cambio, aparece claramente pasado de rosca Robert De Niro, en el personaje del padrastro.
José María Aresté