Tony es hijo de un banquero; Alice forma parte de una familia que ha decidido poner en práctica lo de los lirios del campo. El amor que se tienen pone un puente entre dos mundos antitéticos.
El siciliano Frank Capra (1897-1991) triunfó por tercera vez en los Oscar de 1939 llevándose los premios a película y director. Antes lo había conseguido con la excelente Sucedió una noche (1934), que hizo que el mundo se enamorara de Claudette Colbert y con El secreto de vivir (1936), también protagonizada por Jean Arthur, esta vez acompañando a un arrollador Gary Cooper. El guión de Robert Riskin, asiduo colaborador de Capra, adaptó al cine la obra teatral de Kaufman y Hart, ganadora del Pulitzer.
Hay quien prefiere otras películas de Capra, pero me parece que esta tiene unas dosis de surrealismo que la hacen muy especial. Tres ejemplos solo: el portentoso personaje de la bailarina Essie, hermana de Alice; la manera de llevar la accidentada estancia de Tony y Alice en el restaurante; los refinadísimos gags visuales: el gato pisapapeles, la mecedora que acoge al banquero. La factura técnica y las interpretaciones son excelentes.