Para quienes tenían uso de razón en España o América Latina en los años 80 y 90 no hay que explicar el fenómeno Hombres G. Cuatro jóvenes españoles hicieron cantar y bailar a toda una generación durante una década. En cuatro años –desde su aparición, en el año 1985, hasta 1989– grabaron cinco discos que se convirtieron en éxitos. Como pasa casi siempre, después se separaron, volvieron a unirse y siguieron grabando discos, con menos gancho, y dando conciertos. Su repertorio de los primeros años seguía triunfando entre sus millones de fans.
Voy a pasármelo bien es una película que juega también –como el repertorio de los conciertos– a la carta ganadora de la nostalgia. La película cuenta la historia de amor en dos tiempos entre unos adolescentes que en 1989 en Valladolid escuchan Hombres G y se reencuentran, en esa misma ciudad, treinta años después. Es decir, el argumento no brilla por su originalidad: es simplemente el hilo narrativo necesario para ir uniendo los gags –casi siempre divertidos y a veces tiernos– de los chavales y los momentos emotivos y agridulces de los adultos. El otro hilo serán las canciones y unas coreografías muy justitas (estamos hablando de Hombres G, no de Michael Jackson) pero eficaces.
Hay que agradecerle a David Serrano (Días de fútbol, Viva Juan) ser muy consciente del material que tiene y del producto que se espera: una película de verano, que divierta y que no dé vergüenza ajena. Que hubiera sido fácil. Muchos defenderemos hasta la muerte a Hombres G, casi como parte de nuestra identidad, pero basar una historia en una banda que canta a la bomba fétida, a las chicas-cocodrilo o que rima “La cagaste Burt Lancaster” tiene sus riesgos. Serrano los asume y sale airoso: la película divierte y es digna. Además, el casting es acertado: los chavales cumplen, los adultos no rechinan y Raúl Arévalo demuestra que puede ser convincente en casi cualquier registro.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
