Jacobo Köller, 60 años, es el dueño de una modesta fábrica de calcetines en Montevideo, y eso parece ser lo único en su monótona vida. Marta, cerca de los 50, es su empleada de confianza, que abre y cierra puertas, y registra los bolsos de las empleadas al concluir la jornada. La relación entre Jacobo y Marta es automática, tan rutinaria como el movimiento del telar. Nunca excede lo laboral. Esta monotonía se ve súbitamente amenazada por el anuncio de una inesperada visita del hermano de Jacobo, Herman, residente en Brasil desde hace 20 años, también fabricante de calcetines. Los dos hermanos han perdido el contacto desde entonces. «Whisky» comienza cuando Jacobo se permite pedir ayuda a Marta para hacer frente a la visita del familiar.
En clave de fábula absurdo-melancólica, la película hace aflorar la torpeza y las pequeñas miserias de estos tres personajes, con un inteligente sentido del humor negro, sacando a la luz, poco a poco, una historia familiar en la que la estólida Marta desempeñará un arbitraje muy singular.
Los directores y guionistas, nacidos en Montevideo en 1974, empezaron a trabajar juntos mientras cursaban estudios de Comunicación Social en la Universidad Católica de Uruguay. Desde entonces han trabajado de forma conjunta como guionistas y directores. Su primer largometraje fue «25 Watts».
«Whisky» es una película muy divertida y, a la vez, muy triste. Stoll y Rebella saben explotar la repetición como metáfora de unas vidas encarriladas y sin alicientes. Esa opción es arriesgada cuando se adopta de manera radical, y la película lo acusa. Las magníficas interpretaciones y un guión inteligente compensan el espartano diseño visual de una interesante propuesta hecha con muy pocos medios y que ganó los premios de la Fipresci y Regard Original de la Sección Un Certain Regard del Festival de Cannes 2004.
Alberto Fijo