A pesar de los prejuicios de algunos –los míos, los primeros–, Wonder Woman ha conseguido colocarse en lo más alto de la taquilla y convencer a muchos críticos poco sospechosos de venderse al embrujo del cine comercial.
Después de media hora, se entiende el éxito de público y crítica. Estamos ante una película que tarda poco en meter al espectador en la historia. Una historia que mezcla elementos de la mitología –una isla paradisiaca poblada de amazonas– con el cine de aventuras –un náufrago rescatado– y toques de ciencia ficción –una membrana que atraviesa el tiempo– para desembocar en un drama bélico con unas gotas de romance que será el telón de fondo para que se nos cuente, ahora ya sí, la historia de nuestra superheroína.
Las batallas, los efectos y los fuegos artificiales –tan propios del género y, por qué no decirlo, tan excesivos– están al servicio de la historia. El guion, aunque sobra metraje, está bien cocinado. Hay ritmo, hay desarrollo de los secundarios, hay buena costura de subtramas… Y hay, sobre todo, una buena escritura del personaje protagonista. Y aquí es donde, reconozco, terminaron mis prejuicios. A pesar de los excesos, los vuelos, las llamas y demás superpoderes, Wonder Woman es un personaje femenino muy bien construido. Más creíble y cercano a la mujer real que otras muchas que pueblan la cartelera.
Diana –que así se llama la amazona protagonista– es una mujer que está en lo que hay que estar o, mejor dicho, en lo que cree que hay que estar y quiere estar. En este caso, salvar a la Humanidad (como el resto de los superhéroes). El hecho de ser mujer ni le quita ni le pone en este propósito. Sus armas no son las –mal– llamadas armas de mujer. Es una mujer atractiva pero que nunca se plantea explotar, ni de lejos, su sexualidad. Una mujer que se mueve con algunos resortes muy femeninos (que –por cierto– hacen desplegar una riqueza narrativa muy interesante) y que es capaz de compaginarlos con valores considerados tradicionalmente como masculinos como la fuerza o la decisión.
Una mujer que trata de tú a tú al hombre, que ni lo mira por encima ni por debajo del hombro, que no experimenta ningún tipo de dependencia hacia el sexo opuesto, que no entiende la relación en términos de competencia sino de complementariedad, de absoluta igualdad… Una mujer, en definitiva, que se parece bastante más a las mujeres reales de lo que se parecen las protagonistas de Sexo en Nueva York (que esas sí que son de ciencia ficción).
Y hablando de igualdad y feminismo (que son términos sinónimos, como subraya la RAE), este planteamiento tan fresco de la protagonista y su contraste con el machismo de algunos personajes da lugar a algunos pasajes francamente divertidos. Un toque de humor inteligente que pone la guinda a la mejor película de superhéroes que hemos visto en bastante tiempo.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
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