Rober (Javier Bardem), Ona (Leire Berrocal) y Max (Daniel Guzmán) son tres jóvenes amigos cuya utopía tiene forma de bar de playa. Para intentar cumplir su sueño, deciden desvalijar a sus propias familias. El plan se altera cuando sale mal un robo y Max da con sus huesos en la cárcel. Entonces Rober suplanta a su amigo, aprovechando que Daniel (Federico Luppi), su padre, un importante director teatral, no le ha visto desde que era niño. A medida que Rober se mete en la piel de Max, se gana el cariño y respeto de su supuesto padre, que ve en él al hijo que siempre había querido tener. Embriagado por una vida de lujo, con grandes perspectivas de éxito familiar, profesional y social, Rober va olvidándose de sus compañeros de fatigas.
Joaquín Oristrell y Mariano Barroso han articulado una historia rica en situaciones, y cuyos personajes, dentro de sus limitados horizontes, se encuentran sabiamente matizados; los actores -estupendos Luppi, Bardem y los desconocidos Guzmán y Berrocal- se encuentran con unos papeles envidiables.
El relato se envuelve en un marco muy actual, de desencanto juvenil, de cinismo y búsqueda del éxito a cualquier precio. A estas constantes, se unen las necesidades afectivas propias de todo ser humano, presentes en el juego de lealtades y deslealtades del trío protagonista, y en la naciente relación paternofilial entre Daniel y Rober, que provoca la envidia de Max, el verdadero hijo. Como feliz y eficaz referencia culta se hace presente La vida es sueño de Calderón de la Barca, la obra que Daniel está montando, buena metáfora de la etérea vida de los personajes del film, y con la que se apuntan interesantes paralelismos.
La puesta en escena de Barroso (Mi hermano del alma) es briosa, sin altibajos de ritmo; en ningún momento pierde el hilo del relato en aspectos secundarios. Hay acertada planificación y buena música, aunque la última se hace notar en exceso. Los piezas del rompecabezas que compone el director encajan con asombrosa, aparente facilidad. Desentona algún apunte erótico y un lenguaje a veces grosero; y se echa en falta una mayor hondura ética en el análisis de situaciones. Quiere ser optimista; pero esa buena voluntad se asemeja a castillos construidos en el aire: falta fundamento donde apoyarse.
José María Aresté