Una mirada a las personas con síndrome de Down, fijándose en Daniel, de 33 años, cercano a la normalidad, que ha logrado obtener un título universitario. Ello ha sido posible gracias al cariño y sacrificio familiar. Daniel, funcionario de la Junta de Andalucía, conoce a Laura, una mujer atractiva pero promiscua y de pasado oscuro, que ha roto con los suyos. Ambos se hacen amigos, y Daniel se enamora. Paralelemente, lo que invita a comparar, se describe el enamoramiento de dos Down más profundos, Luisa y Pedro, y la reacción sobreprotectora de la madre de ella.
Son buenas las intenciones pedagógicas de los coguionistas y codirectores Antonio Naharro y Álvaro Pastor, que ya abordaron el mundo de los aquejados de Down en su corto Uno más, uno menos. Además, Naharro tiene una hermana con Down. Así, subrayan la inmensa humanidad de estos discapacitados, tan personas como cualquiera, y con gran potencial de amar. La ficción se inspira en el caso real de Pablo Pineda, quien interpreta el papel de Daniel con gran naturalidad.
Como se trata de dar un aire realista a la narración, hay mucha cámara al hombro, iluminación naturalista, grano… Lo que cansa un poco. Es buena la idea de jugar en un terreno fronterizo con los personajes de Daniel y Laura, él casi normal, ella -meritorio trabajo de Lola Dueñas- algo asocial: así se justifica su creciente afecto. Pero el terreno se vuelve resbaladizo cuando se habla de amor, y pesa el errado modo de resolver, que quiere combinar realismo y optimismo, e implica una consideración de la sexualidad y lo afectivo muy superficial, donde queda fuera la palabra “compromiso”, darse del todo. En ese sentido es más razonable y creíble la historia de amor de Pedro y Luisa; aunque no falte el tópico de la “clase de educación sexual” con plátano y preservativo de por medio.
