El cuarteto asesino de zombies que protagonizó la primera película –Bienvenidos a Zombieland– se ha instalado en una Casa Blanca absolutamente devastada, pero con muchos alicientes para entretenerse. Tendrán que salir de la zona de confort cuando la joven Little Rock decida fugarse con un hippie.
Para quien disfrutara de la primera, esta secuela tiene pocas sorpresas: el espectador sabe que se enfrenta a una gamberrada. Pero una gamberrada que supera con creces el examen de todas las segundas partes. Sigue habiendo un puñado de magníficos actores que se lo pasan pipa durante hora y media, hay situaciones descacharrantes, ritmo, una sana incorrección política y un humor irreverente que no ganará el premio a la elegancia, pero tampoco llega a ofender. Y sí: desgraciadamente para algunos, sangre, mucha sangre.