¿Sientes que estás viendo el musical de The Book of Mormon anunciado en todas partes? No estás en bucle, es así.
La inversión publicitaria ha sido potente con este espectáculo, que es una adaptación del musical que lleva desde 2011 triunfando en Broadway y ha cosechado numerosos premios Tony y un Grammy.
A pesar de su éxito, esta comedia satírica musical ha protagonizado algunas polémicas y ha abierto a lo largo de sus años sobre los escenarios un interesante y complejo debate sobre los límites del humor.
Debate que aterriza en España, junto con el musical, en el Teatro Calderón de Madrid de la mano de David Serrano y que hace que este espectáculo deba ser analizado no solo desde el punto de vista del talento, sino también desde su propuesta humorística.
Hay que tener en cuenta que los creadores del musical son Trey Parker y Matt Stone, autores de South Park. Si no le suena esta controvertida serie de dibujos animados para adultos, quizá le baste con saber que hay capítulos censurados por el propio canal de Comedy Central.
La historia, una religión y una África escandalosas
El hecho de que el nombre no se haya querido traducir habla mucho de la intención de Serrano de mantenerse fiel al original.
No deja de ser un riesgo presentar esta historia sobre mormones de misión en Uganda a un público español, al que las referencias a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días le pueden quedar algo distantes.
El primer logro de Serrano, que también adaptó los libretos de Matilda y de Billy Elliot, es conseguir hacer la traslación al público español con éxito y conseguir que el espectador entre sin problemas en la aventura de Elder Price y Elder Cunningham, dos jóvenes mormones que van a evangelizar a Uganda y se enfrentan a la indiferencia de la gente, más agobiada por el VIH, el hambre, la mutilación genital femenina, el abuso infantil y la opresión del caudillo local.
En el mormonismo, es tradición que los jóvenes de 18 años se marchen de misión a cualquier parte del mundo durante dos años, en los que tienen poco contacto con su familia y en los que dedican todo su tiempo a la evangelización.
The Book of Mormon parte de esta realidad para lanzarse a un guion que hace una sátira extrema de la religión, del colonialismo y de los países africanos. Elder Price es el misionero modélico que siempre soñó con convertir a todos aquellos con los que entrar en contacto, mientras que Elder Cunningham es un auténtico fracaso de cara a su Iglesia y a su familia, y el compañero que Price nunca quiso tener. Juntos se enfrentarán a la realidad de Uganda y nada será como ellos habían esperado.
El resultado de todo este cóctel es The Book of Mormon, un musical irreverente, blasfemo y brillante en algunos aspectos.
No es piel fina, es sensibilidad
Este musical ha sido desaconsejado para aquellas personas con piel fina. Sin embargo, quizá sería más correcto reconocer que The Book of Mormon puede herir a cualquiera con un mínimo de sensibilidad religiosa, racial y, si me apuras, hasta hacia la infancia.
Otra cosa es que, en la comedia, uno haga un pacto de lectura en el que se acepte traspasar ciertos límites. La realidad es que en el guion de este musical no existen las líneas rojas y eso, alargado durante tres horas, puede llegar a incomodar.
En The Book of Mormon hay blasfemias (una canción entera dedicada a una, por ejemplo), hay referencias sexuales explícitas bastante vulgares y se explota hasta la saciedad todos los estereotipos posibles sobre la raza. De esta escabechina salen, sorprendentemente, mejor parados los personajes mormones. Aunque ridículos –con algún homosexual reprimido por la religión–, blandos y narcisistas, los jóvenes misioneros acaban siendo entrañables para el público. Quizás por eso la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se ha tomado el musical con humor y espera a los espectadores a las puertas del musical para repartirles copias del auténtico Libro de Mormón.
Menos cuidados están quizá los personajes que dan vida a la población del pueblo de Uganda, que se resiste primero a la evangelización de los mormones y que acaba convertida con todo tipo de cuentos fantásticos (con su alta dosis de contenido sexual). Su interpretación, de un talento indudable, está más al servicio de la broma burda que al servicio de hacerles brillar, con quizá la excepción en algún momento estelar de Nabulungi, a la que da vida Aisha Fay.
Impecable ejecución artística y un talento brillante
Lo extremo del guion no resta mérito a la excelencia de la puesta en escena del musical en todos los sentidos: además de la brillante adaptación del libreto, hay que destacar el talento de los intérpretes, capaces de bailar, cantar e interpretar al mismo nivel de excelencia.
Los números musicales, con coreografía de Íker Karrera, son notables. Los protagonistas, Jan Buixaderas y Alejandro Mesa, encabezan un reparto que brilla también gracias a una cuidada escenografía a cargo de Ricardo Sánchez Cuerda. Precisamente por esto, uno no puede dejar de preguntarse si The Book of Mormon necesitaba cruzar tantos límites para triunfar.
En conjunto, The Book of Mormon arranca más de una carcajada, escandaliza y deja más de una reflexión sobre si es necesario traspasar todas las líneas rojas y atacar la sensibilidad del espectador para tener éxito.