Poco tiempo después de finalizar la II Guerra Mundial, la norteamericana Helene Hanff (1916-1997), una desconocida autora de guiones televisivos, escribe a una librería de Londres con el fin de obtener libros clásicos de segunda mano a precio asequible. 84, Charing Cross Road está compuesto por las cartas de Helene Hanff y las respuestas de Frank Doel, uno de los dependientes de la librería londinense Marks & Co, aunque también hay cartas escritas por otros dependientes y por familiares de ellos.
Poco a poco, la correspondencia adopta un tono amistoso y personal. Consciente de la penuria de alimentos que sufren los ingleses en la posguerra, Hanff intenta paliar esas necesidades con el envío de inesperados y suculentos detalles, que son muy bien recibidos por los dependientes de la librería y sus familiares. Las cartas, que comienzan en 1949 y se extienden hasta 1969, revelan el generoso, desinteresado y también fuerte carácter de Helene, una persona que se hace querer. En estas cartas, entre otros muchos rasgos, revela sobre todo su desmedida pasión por los libros bien editados: «Los libros llegaron bien, y el de Stevenson es tan bello que hasta abochorna un poco en mis estanterías hechas con cajas de naranjas. Casi temo tocar esas páginas de tacto tan suave que semejan de pergamino y de un fuerte color crema». Pero su interés por los libros no es el de un mero y aséptico coleccionista: detrás hay una apasionada defensa de la lectura; como escribe en una de sus cartas, «va contra mis principios comprar un libro que no he leído previamente: es como comprar un vestido sin probártelo».
El epistolario se publicó por primera vez en 1970, y desde entonces se ha convertido en un libro muy solicitado y editado, que tiene también su versión teatral y cinematográfica. Con él, la autora consiguió el éxito que no obtuvo con ninguno de los otros libros que escribió. Este es un encendido homenaje a la cultura libresca y al placer, incluso sensible, que proporciona la lectura y posesión de un buen libro.