Biblioteca Nueva. Madrid (2005). 62 págs. 7 €.
El cuarto poemario de Carlos Javier Morales (Santa Cruz de Tenerife, 1967) muestra una notable madurez, fruto de una elaboración honda y pausada. Sugiero al lector que comience por el Epílogo, en el que el autor expone su poética, porque le permitirá enfocar adecuadamente la lectura de los restantes poemas del libro: la palabra como salvación frente a lo efímero, pero no cualquier palabra, porque «tan sólo la palabra con un ritmo preciso, / con todas las presencias que promete, / podría conjurar los corazones».
El tema central del libro es el tiempo, el devenir, visto desde ópticas diversas: por un lado, la fugacidad de la vida presente, pero también su sentido y sus interrogantes desde la perspectiva de la eternidad, lo que da a los poemas una riqueza y una variedad notables: aproximación al misterio del más allá e indagación en lo que esto implica en la relación amorosa. En la primera parte («Tiempo de espera»), el contenido es en general más objetivo, con algunos poemas que podríamos llamar poemas-relato, como «La última tarde de Tomás de Aquino»o «De paso por Madrid», entre otros.
En la segunda parte («Mientras esperamos»), la subjetividad se intensifica, en torno a la relación amorosa, que engrandece el presente y nos sitúa ante el misterio de Dios y de la trascendencia de nuestros actos, y frente a realidades como el dolor, la radicalidad de la entrega , de donde surge precisamente la necesidad de la escritura: «Canto porque cantar me quita el miedo / a que un día te pierdas y pierda yo la voz / para cantarte».
Unos poemas en que reflexión y lirismo se armonizan, con un ritmo pausado y sereno que invita a pensar sosegadamente sobre cuestiones esenciales. En el claroscuro de nuestra limitada visión, se repiten algunos símbolos relacionados con la noche, con el desasimiento, con la búsqueda, pero lejos de nihilismos tan en boga, pues más bien son como señuelos para la esperanza.
Luis Ramoneda