Pre-Textos. Valencia (2006). 216 págs. 17 €.
Un nuevo volumen de los dietarios de José Jiménez Lozano es siempre una buena noticia. Se recogen aquí las notas de sus cuadernos correspondientes al periodo 2001-2004, tras las que podemos rastrear sus lecturas, su visión del pasado y del presente, las charlas con sus amigos, el avance de las estaciones. «¡Ojalá que todo esto le sirva a alguien para sus pensares y sentires!», desea en el prólogo. La entrega anterior, «Los cuadernos de letra pequeña» (ver Aceprensa 49/03), recogía sus reflexiones de los años 1993 a 1998.
De pensar y sentir se trata, de darle la vuelta a la noticia, de poner el acento allí donde nadie lo pone, de estrangular la política de la corrección y clamar por causas aparentemente perdidas.
El precio que Jiménez Lozano debe pagar por su incorrección está a la vista: al margen de premios importantes, el silencio de la crítica resulta espantoso. Quizá por eso el valor de sus confidencias crece ante sus lectores fieles: saben que pertenecen a una estricta minoría, pero una minoría que piensa y siente allí donde muchos han perdido la razón y el sentido común.
En su afán por desenmascarar lo establecido, el escritor abulense prosigue con su feroz crítica hacia la modernidad, recurriendo a sus escritores preferidos y buscando a ese lector «pre-moderno» que quizá aún pueda escuchar y salvarse. Especial acento pone en avisar sobre la perversión del lenguaje actual, que llama «vehículo de transferencia de residuos sólidos urbanos» al camión de basura de siempre, o invoca el «Nunca mais» que suena a eslogan soviético, ordenando algo que nunca podrá cumplirse (evitar una catástrofe que escapa a nuestra capacidad de control). Un lenguaje que llega hasta la ridiculez al describir, en un catálogo artístico, una Anunciación como «joven con alas de pájaro de rodillas ante una joven con un libro».
Como en un plano del tesoro, Jiménez Lozano nos va llevando hacia el verdadero meollo de nuestra civilización, sus peligros y sus vías hacia la esperanza. El pesimismo de fondo de sus advertencias tiene, sin embargo, un dique infranqueable: el «ápice del alma», ese lugar recóndito inmune al mal que el ser humano puede levantar contra la tontería del mundo. Porque de eso se trata: de combatir la estupidez reinante, nos dice Jiménez Lozano, con la razón y la fe: los principales argumentos que el cristianismo debe seguir empuñando para hacer al hombre y al mundo más humanos.
Pedro de Miguel