El comisario Valtodano y su ayudante Ledesma afrontan la investigación de un caso de delincuencia que parece sobrepasar toda imaginación posible: la aparición de un anciano intervenido quirúrgicamente de modo ilegal al que han desechado y convertido en “un vegetal seco o una cosa”. Los hilos que irán desmadejando en la investigación les llevarán a enfrentarse a un caso que parece inculpar a las “altas esferas” y que requerirá de ellos la fortaleza para soportar la incomprensión de los medios de comunicación, la presión de todos los poderes económicos y gubernamentales… y aun el peso demoledor de sus propios miedos e incertidumbres.
La novela intercala la trama principal de la investigación policial con las historias personales de los personajes y sus familias (donde Jiménez Lozano se desenvuelve con la sencillez de una tertulia al solano), desvelando esa humanidad profunda y gigante de la gran literatura, que se manifiesta en “el arte antiguo que pensaba en los placeres pequeños”.
Pero, por encima de la anécdota argumental, la novela retrata con agudeza y claridad meridiana la desorientación banal de una sociedad que amenaza con pisotear al hombre por el propio hombre. De hecho, son esenciales en la novela el asombro y la perplejidad que padecen los pocos ciudadanos sensatos que quedan, que asisten con asombro al espectáculo de no saber ya “cuál es la mano derecha y cuál es la izquierda”. Por ello, asuntos como la eutanasia, la eugenesia, el fracaso del poder judicial, la justificación y supresión de la maldad personal, la falta de pudor de la opinión pública, etc., son motivo de conversaciones extraordinarias entre los personajes y de situaciones al límite que exigen de sus protagonistas la valentía de defender lo que ya se ha convertido en indefendible.
Certera novela que puede verse encarnada en cualquier noticiario de hoy.