Alfaguara. Madrid (2005). 392 págs. 19,50 €. Traducción: Ricardo San Vicente.
Rubén Gallego, nieto del dirigente comunista en el exilio Ignacio Gallego, nació en Moscú en 1968 con una grave minusvalía. Se crió en distintos orfanatos públicos soviéticos hasta que consiguió escapar del país. Con «Ajedrez», su segunda novela después de «Blanco sobre negro» (ver Aceprensa 3/04), logra consolidarse como escritor publicado en varios países.
«Ajedrez» está estructurada en forma de dos breves actos teatrales con una narración intercalada entre ambos. Las dos piezas dramáticas son abstractas y cercanas al teatro del absurdo, y una vez leído el relato central resultan bastante prescindibles.
La novela constituye el soporte para una autobiografía en tercera persona. En esta parte, desde el orfanato hasta el asilo para ancianos donde se recluía a los minusválidos que no podían trabajar, se narra la amistad de Rubén y Misha. Su relación es de desigualdad pero también de dependencia: Rubén tiene más autonomía, Misha es más inteligente. Las dos cualidades son imprescindibles para sobrevivir.
En pocas páginas, Gallego consigue trasladar al lector la sensación de desamparo de dos seres humanos marginados por un sistema apabullante y sin rostro; un Estado que trata a las personas como fichas de ajedrez en una partida que sólo se puede ganar sacrificando a las más débiles. Pero después de esta constatación, el relato se estanca, las mismas situaciones se repiten y el ritmo se enfría. Los abundantes diálogos no consiguen mostrar de una vez a los personajes ni conocer más de ellos que su desgastante lucha por la supervivencia.
Como mérito, es justo destacar que el libro no cae en la sordidez ni al narrar las situaciones más duras, y que el autor nunca busca provocar una compasión fácil hacia los dos protagonistas. Pero, a cambio, la distancia que toma frente a los personajes hace que disminuya el interés por su evolución cuando mayor debería ser éste: cuando sus destinos se separan y la novela termina.
Esther de Prado Francia