Tras el buen recibimiento de Santos de pantalón corto (2008), obra que cuenta las biografías de algunos niños que han alcanzado la santidad, Javier Paredes, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá, cuenta lo más significativo de las vidas de tres niñas españolas menores de quince años, las tres madrileñas, que han sido declaradas Venerables y que se encuentran en proceso de beatificación.
El autor resume los aspectos esenciales de sus vidas y se centra especialmente en los momentos finales, cuando las fatales consecuencias de las enfermedades que padecen son ya irreversibles y cuando la fama de santidad de las niñas es más evidente por su manera de afrontar esa durísima prueba. El autor ha realizado un gran trabajo de documentación y, a la vez, describe acertadamente, sin florituras piadosas, de manera muy divulgativa, la vida interior de unas niñas que con una riquísima vida interior han aceptado la voluntad de Dios, además de ofrecer sus dolores por los demás.
La primera de las niñas es Mari Carmen González-Valerio, que vivió de 1930 a 1939. Procedente de una familia de la alta sociedad madrileña, su vida transcurrió durante los peores momentos de la II República y de la Guerra Civil, en la que fusilaron a su padre. Después, la familia consiguió escapar el bando nacional. En San Sebastián, casi al final de la misma, aparecen los primeros síntomas de la enfermedad, un gravísimo tumor en el oído que le provocará la muerte, no sin antes ocasionar a la niña muchos dolores.
María del Pilar Cimadevilla (1952-1962) es la segunda niña. Vivía en el centro de Madrid, muy cerca de la Iglesia de San Ginés, donde recibió la Primera Comunión y en cuya cripta está enterrada. Pilar era llamada por sus hermanos “la Brava” por su fuerte carácter, que no le abandonó nunca. Tenía una gran devoción al Niño del Remedio y era una buena estudiante. Padeció la incurable enfermedad de Hodgkin-Sternberg. Antes de su fallecimiento en olor de santidad, estuvo ingresada nueve meses en el Hospital Gómez Ulla. Pilina ofreció sus numerosos dolores por las Misiones.
Por último, una niña más contemporánea, Alexia González-Barros González, que nació en 1971 y murió en diciembre de 1985 en la Clínica Universitaria de Navarra tras una larga enfermedad. Está enterrada en la madrileña iglesia de San Martín de Tours y sobre su vida se han publicado ya algunas biografías. El autor añade nuevas informaciones que le proporcionó el padre de la niña, que aparecen en la narración con una cierta intriga pues para Javier Paredes explican las claves de su entrega a Dios y de su santidad.
El libro incluye un significativo prólogo de José Carlos Martín de la Hoz, sacerdote e historiador, que explica detalladamente los pasos que se siguen en los procesos de canonización en la Iglesia con el fin de que quede bien claro que se trata de una cosa seria, que exige mucha documentación y un completo trabajo histórico, médico y espiritual. No estamos ante tres biografías más o menos piadosas, fruto de la devoción familiar y popular, sino que las tres niñas ya han sido declaradas Venerables, lo que certifica que se encuentran en proceso de beatificación pues se ha verificado convenientemente la santidad de sus vidas. Unas vidas que, por otra parte, son ejemplares dentro de su cotidianidad, pues nada las diferencia de otras niñas de su edad, salvo su poderosa vida interior y la aceptación sobrenatural de la enfermedad. También sobresale en el libro la actitud de sus padres, que supieron inculcar en las niñas un sincero y habitual amor de Dios.