Ediciones B. Barcelona (2002). 431 págs. 17,99 €. Traducción: Rhoda Henelde Abecassis y Jacob Abecassis.
«Estoy seguro, como creyente en Dios y en su Providencia, de que existe un registro completo de la existencia de cada persona, de las buenas y malas acciones de ésta, de sus errores y locuras. En el archivo de Dios, en su ordenador divino, nada se pierde jamás», dice el premio Nobel judío-polaco, en la nota introductoria de este libro autobiográfico (con ligeras alteraciones de algunos nombres y de algunos hechos), en el que relata acontecimientos de su infancia y de su juventud -pero sobre todo los estados de su alma- en Polonia, y de los primeros años de exilio en Estados Unidos, adonde Singer logró escapar ante el avance del nazismo.
Sin embargo, por lo menos en la fase de su vida narrada en Amor y exilio, las palabras iniciales no se corresponden del todo con los hechos. Singer, educado en el judaísmo, se plantea pronto grandes dudas sobre Dios, ante la presencia del sufrimiento en el mundo, no sólo el de las personas, también el de los demás seres vivos (por este motivo, se hizo vegetariano). Estas dudas lo alejarán de la ortodoxia judía. Su lucidez para darse cuenta de las falacias del marxismo lo distancia de muchos jóvenes intelectuales de su entorno. A esto hay que añadir sus turbulentas relaciones con diversas amantes -narradas casi siempre con contención-, que dejan en su vida un poso de amargura, de inestabilidad, de hastío. El desarraigo aumentará con el exilio en Estados Unidos, donde su retraimiento, su pesimismo y su nihilismo, por lo menos en los años recogidos en este libro, lo acercan a un callejón sin salida, pues ni siquiera sus primeros éxitos literarios le satisfacen.
Singer es un gran narrador y sabe dar gran viveza a su relato, a los detalles y a las personas que pasan por su vida. Sin embargo, Amor y exilio es un libro muy duro por su pesimismo tan radical. Quizá la clave nos la dé el propio escritor, cuando afirma: «Yo sabía muy bien que corretear de una mujer a otra significaba jugar con vidas humanas, pero carecía del carácter y de la fortaleza necesarios para prestar atención a la voz de mi conciencia. Yo pertenecía a una generación que ya no creía en el libre albedrío y que lo fundamentaba todo en lo circunstancial, en ideologías y en complejos». Y añade poco después, refiriéndose a una de sus amantes: «Aunque era izquierdista y a mí me consideraban de derechas, nos unía la misma pasión: obtener el mayor placer posible al precio que fuera, antes de desaparecer para siempre». Actitud escéptica y relativista que sigue estando muy viva en nuestra cultura actual, a pesar de que Singer, en Amor y exilio, rememora unos hechos anteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Luis Ramoneda